jueves, 25 de febrero de 2010

Actriz con Hitler y espía con Stalin

Reseña del libro de A. Beevor: El misterio de Olga Chejova


Los Chéjov y los Knipper

En 1900 el escritor Antón Chéjov contrajo matrimonio con Olga Knipper, perteneciente a una familia alemana acomodada de melómanos y venida a menos tras la súbita muerte del padre. El cuñado de Chéjov, Konstantín Knipper, ingeniero ferroviario, se casó con otra mujer alemana y se estableció en Georgia. De esta unión nacieron Ada, Olga -la protagonista- y Liev. Este último, enfermo de tuberculosis, fue objeto de la atención de su tío Antón -médico además de dramaturgo- y de su mujer, Olga Knipper, conocida familiarmente como tía Olia.

Desde entonces, se crearon fuertes vínculos familiares entre los Chéjov y los Knipper, que perdurarían pese a las mudanzas sucesivas de estos últimos (primero a Moscú y después a San Petersburgo). Así, Olga vio un referente de sus inquietudes escénicas en su tía Olia, una conocida actriz del Teatro del Arte de Moscú. Por esta razón ingresó en la Academia de Arte de Moscú y contrajo matrimonio con un sobrino de Chéjov, Misha Chéjov, también actor. De este modo, entre tía y sobrina se entretejió una suerte de relación-espejo: ambas fueron estrellas famosas, se casaron con miembros de la familia Chéjov y sus vínculos de parentesco y profesionales convivieron de manera compleja con el poder político.




Guerra, revolución y dispersión familiar

En 1916 nació la hija de Olga, bautizada Ada (como su hermana), pero su matrimonió no sobrevivió mucho tiempo: abandonó a su marido, pues afirmó que este había quedado atrapado en el alcoholismo. En cambio, su esposo manifestó que ella lo había dejado por un oficial del Ejército austro-húngaro. Lo cierto fue que, tras la ruptura, Olga se vio en la pobreza y ello estimuló su ambición profesional y personal.

En este marco, la Revolución Bolchevique y la guerra civil marcaron una época de angustia. En la Rusia revolucionaria, Olga compartió vivienda con su hermana Ada y su hija pequeña; se vieron obligadas a acoger a numerosos desconocidos, siempre con el temor de ser violadas. En cambio, su padre partió a Siberia, donde se convirtió en un colaborador de los Ejércitos Blancos. Asimismo, el hermano de Olga, Liev, se sumó también a las tropas anticomunistas. La familia, pues, se dividió entre las líneas comunistas y antibolcheviques.

Finalmente, Olga consiguió un visado para partir a Alemania y dejó a su hija Ada al cuidado de la abuela. Se instaló en Berlín en agosto de 1920. Su padre, pese a haber colaborado con los Ejércitos Blancos, consiguió regresar a Moscú gracias a la necesidad de técnicos cualificados. Su hermano Liev, aislado en Gallípoli, fue salvado por tía Olia. Esta le envió dinero y lo invitó a reunirse con ella en Zagreb, cuando se hallaba allí con motivo de una gira teatral de su compañía.


Una carrera ascendente

En Berlín Olga desempeñó diversos trabajos hasta que su trato con la comunidad rusa allí establecida ¿en la que el apellido Chéjov pesaba mucho¿ le permitió conocer al productor Erich Pommer, el personaje más relevante de los famosos estudios UFA (Universum Film AG).

Interesado Pommer en ella, Olga edulcoró su pasado (afirmó haber recibido clases del mítico director teatral Konstantín Stanislavski). En abril de 1921 se estrenó su primer film, Schloss Vogelöd. La obra complació a la crítica y Olga tuvo que aprender alemán para atender numerosas entrevistas. Mientras tanto, tía Olia y su compañía teatral regresaron a Moscú con el plácet de Lenin, cansado del arte oficial. Allí, Olia, matriarca del clan, acogió en su casa a su cuñado y al resto de la familia.

En este contexto, Beevor documenta cómo los servicios de seguridad soviéticos (que tuvieron denominación cambiante: OGPU primero, NKVD después y finalmente KGB) presionaron al hermano de Olga para que colaborase con ellos. Liev no pudo negarse a ello por ser un ex combatiente anticomunista. A su vez, este utilizó a su hermana. Así, el general Pavel Sudoplatov, director del espionaje soviético en Alemania, habría señalado que en la década del 20 la actriz "era una figura fundamental a la hora de organizar cualquier tipo de encuentro entre los distintos exiliados rusos de Alemania".

El comentario quizás se explicaría porque Liev visitó a Olga a menudo, probablemente para informarse sobre actividades de los exiliados. De hecho, la OGPU desplegó una gran actividad presionando a familiares de los huidos para reclutarlos y creó entes anticomunistas ficticios en el extranjero para atraer ex soldados blancos. Los así captados (nostálgicos de su país) colaboraron con la OGPU con la esperanza de volver a Rusia.

Liev debía ayudar a fichar exiliados, y algún éxito debió cosechar, pues viajó fácilmente al exterior. Además, dado que era músico, sus salidas le facilitaron conocimientos que lo hicieron acreedor de cierto reconocimiento profesional en el ambiente cultural soviético, muy burocratizado y cerrado.

En cuanto a la relación entre Olga y la OGPU, se desconocen los términos de la misma. Según se desprende de comentarios de Sudoplatov, el principal interés de la OGPU habría consistido en disponer de ella como espía durmiente para utilizar eventualmente sus altos contactos, pues la actriz en la década de 1920 llegó a la cumbre de su carrera, con más de cuarenta películas. ¿Por qué habría accedido a colaborar con la OGPU? Probablemente para ayudar a sus parientes en la URSS, salvar a Liev y traer a Berlín a su hija (cosa que logró en 1924). Emprendedora y ambiciosa, ni la inflación galopante que vivía la República de Weimar frenó su ascenso profesional y social, e incluso dispuso de coche con chófer.


La sombra alargada de la OGPU

La naturaleza de los vínculos de la familia de Olga con la OGPU ha suscitado diversas especulaciones: se ha afirmado que su hermano Liev fue promocionado profesionalmente como músico en la URSS a cambio de delatar a sus compañeros; que su tía Olia denunció a sus rivales y prometió protección a sus amantes ante eventuales acusaciones. Pero no hay pruebas de ello y también podría haber sucedido lo contrario: que Olia y Liev empleasen sus relaciones para ayudar a amigos caídos en desgracia.

Paralelamente, Olga fue cortejada en Berlín por los dirigentes nazis, deseosos de gozar del favor del star system, dada su obsesión por el cine y la propaganda visual (se estima que el ministro de Propaganda, Joseph Goebbels, vio más de mil películas). Por ello, al tener lugar en una recepción el encuentro de Olga con el Führer, este fue cálido: "Hitler me colmó de cumplidos", explicó la actriz. Y cuando en 1936 ella se casó con un millonario belga, Marcel Robyns, el propio Hitler le dio permiso para conservar su nacionalidad alemana. Por lo demás, la convivencia del nuevo matrimonio fue complicada: la pareja se estableció en Bruselas, pero Olga regresó a Berlín y a fines de 1938 se divorciaron. Un actor, Carl Raddatz, fue su nuevo amante. A este después lo sucedió un piloto de la Luftwaffe que iba a fallecer en combate.

Mientras tanto, Olga mantuvo buenos lazos con el régimen nazi, sin llegar a ser entronizada oficialmente por el poder. De este modo, visitaba a Goebbels para explicarle "sus problemas y alegrías". En mayo de 1939, para desesperación de su familia soviética, fue fotografiada junto a Hitler en primera fila, durante una recepción oficial.

Por otra parte, sus contactos con la seguridad rusa también se habrían mantenido. Su misión en esta época habría sido la de interceder ante altos militares y jerarcas nazis contrarios a una guerra entre el Tercer Reich y la URSS si esta tenía visos de desencadenarse.



Objetivo: asesinar a Hitler

Cuando en junio de 1941 estalló la guerra entre el Tercer Reich y la URSS, Olga se convirtió en una pieza valiosa para los soviéticos. Stalin, inquieto por el rápido avance alemán, estudió con su fiel Lavrenti Beria ¿el hombre todopoderoso de la NKVD¿ la posible acción de una "quinta columna" que efectuara "operaciones especiales de venganza". El ya citado general Sudoplatov fue nombrado jefe del destacamento especial de la NKVD destinado a tales misiones.

En octubre de 1941, cuando la toma de Moscú por los alemanes parecía inminente, se concibió la creación de un grupo autónomo que debía actuar contra Hitler. Lo integraban Liev, su esposa y once hombres con una ambiciosa misión: asesinar a Hitler y a sus acompañantes (o, en su defecto, a jerarcas nazis) cuando estos visitasen la capital conquistada. Pero también se preparó a Liev y a su mujer para viajar a Alemania y presentarse allí como enemigos del estalinismo, aparentando cambiar de bando. Su meta era conseguir instalarse en Berlín con la confianza de los nazis y acceder a Hitler (mediante los oficios de Olga) para ejecutarlo en un ataque suicida. No obstante, otras fuentes señalan que Liev, en realidad, debía asesinar al embajador alemán en Turquía, Franz von Papen, el político que había facilitado el acceso de Hitler al poder en 1933.
Pero Stalin canceló los planes de magnicidio al constatar que Hitler era incapaz de derrotar a la URSS. El astuto georgiano temió que la eliminación del líder nazi facilitase un acuerdo de paz entre los Aliados y Alemania y dejase a esta enfrentada a la URSS en una guerra sin cuartel. Dicho sea de paso, Olga no hubiese podido ayudar a Liev según el plan trazado, pues la guerra la había alejado de la cúpula nazi y compartía lo poco que sabía sobre el Führer con el resto de berlineses.

Reinventar el pasado

Tras la derrota alemana, Olga ¿por entonces enamorada de un entrenador olímpico, Albert Sumser¿ reinventó su pasado y manifestó haber sido incluida en una lista negra nazi por discrepar de Goebbels en lo concerniente a la guerra contra la URSS. Pero lo cierto es que en plena guerra rodó por lo menos siete films.

¿Realmente simpatizó Olga con el nazismo? Según Beevor, si aparentó hacerlo fue "con la intención de salvaguardar su carrera profesional, más también llevada por la curiosidad". "No era fascista ni comunista", añade, y considera que sus ideas políticas pertenecían "a la época anterior al nazismo" y despreciaba a Hitler y a su régimen. Concluye Beevor que su actuación se explica por ser "una resuelta superviviente dispuesta a llegar a cualquier acuerdo que fuese necesario".

Tras la caída de Berlín, el SMERSH ¿el servicio de inteligencia militar soviético¿ envió a la actriz a Moscú. Allí, protegida por Beria, fue alojada en un apartamento donde jugó con sus vigilantes y redactó un diario exculpatorio destinado a ser leído por aquellos, como ilustran estas reflexiones que contenía: "Por lo que se ve, hay quien dice tener información de que yo era íntima de Hitler. ¡Dios mío, cómo me he reído! ¿De dónde saldrán tantos infundios y qué pueden pretender?".
En junio de 1945, siguiendo órdenes de Beria, Olga fue enviada a Berlín. Allí, tutelada por los servicios de información, fue instalada en una residencia acomodada (donde convivió con su amante), surtida de provisiones y con libertad de movimientos. Entonces algunas publicaciones la acusaron de ser "la espía que coqueteó con Hitler", lo que despertó suspicacias entre la inteligencia soviética, que se planteó la posibilidad de que Olga fuese una agente doble. Parece que Beria trató de preservarla de tales sospechas en vistas a utilizarla en el futuro.

La posguerra sorprendente

Desde 1947 Olga permaneció largo tiempo en su residencia, aunque recibió numerosas visitas, y en 1951 se instaló en un apartamento de Berlín Occidental. En cuanto a Liev, permaneció al servicio de Sudoplatov hasta 1949.

Al fallecer Stalin en 1953, Beria, convertido en hombre fuerte de los servicios de seguridad y del Gobierno, concibió un plan para acabar con la confrontación de la Guerra Fría: ofrecer a EE.UU. la reunificación de Alemania a cambio de ayuda económica para la URSS. Para tantear la reacción occidental ante tal propuesta, una de las piezas que deseó mover fue Olga. Esta fue contactada en junio de 1953 para actuar en tal sentido, pero el plan quedó en nada, pues Nikita Jruschov ordenó detener a Beria (su plan fue denunciado como una "patente capitulación ante el imperialismo"), mientras que Sudoplatov fue condenado a quince años de cárcel.

Olga, ajena a tales vaivenes políticos, reemprendió su actividad fílmica: fundó su propia productora (Venus-Film Munich/Berlín) y participó en veintidós películas entre 1949 y 1974. Se mudó a Munich en 1950 para impulsar su carrera y alentó a seguirla a su nieta Vera (la cual tuvo un breve romance con un soldado estadounidense que iba a alcanzar fama universal, Elvis Presley).

En 1952 publicó el primer volumen de sus memorias (titulado con sarcasmo No tengo nada que ocultar) y una guía de belleza (La mujer que no envejece), cuya favorable acogida la impulsó a crear en 1955 una firma de cosmética (Olga Tschechowa Kosmetik). La financiación de la empresa fue un misterio, pues Olga se había descapitalizado con su productora y fuentes del espionaje soviético aseguraron que el dinero necesario había llegado de Moscú. ¿La razón? Beevor afirma que "no es descabellado" pensar que la firma "ofrecía una oportunidad única de establecer contactos con las esposas de oficiales de la OTAN", aunque observa que tales aseveraciones "deben tomarse con la mayor cautela", y destaca que queda "un número considerable de papeles en torno a ella [Olga] que no han visto la luz, y que acaso no la vean nunca". No en vano la actriz fue tratada siempre con respeto por los servicios de seguridad soviéticos. A Stalin se atribuye un comentario tan enigmático como improbable al respecto: "La actriz Olga Chejova va a sernos de gran utilidad en la posguerra".

Una familia con dos lealtades

En 1974 falleció Liev -tras recibir el título de "artista del pueblo de la Unión Soviética"- y en 1980 lo hizo la actriz, consumida por la leucemia. Su último deseo fue -como Antón Chéjov- tomar champán. Mientras lo hacía, pronunció sus últimas palabras: "La vida es bella". Como destaca Beevor, su trayectoria -más allá de su odisea personal- es interesante porque ilustra "la fascinación mutua, tan antigua como peligrosa, existente entre Rusia y Alemania, una inmensa zona de contacto de límites y lealtades cambiantes". Este último aspecto es realmente más atractivo que el de la peripecia de la protagonista y constituye una excelente lección de historia escrita con soltura narrativa.

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