viernes, 20 de marzo de 2009

De Reagan hasta el colapso del sistema por George W. Bush (1988 – 2008)

(este artículo pertenece a un trabajo de la carrera. Quien le interese el artículo completo que se ponga en contacto con migo)



INTRODUCCIÓN
Hace un año cuando los demócratas estaban eligiendo su candidato para la presidencia de los Estados Unidos fue un auténtico hervidero de personajes interesantes, los candidatos demócratas eran el Senador Joe Biden, de Delaware, el Senador Christopher Dodd, de Connecticut, el Ex- Senador John Edwards, de Carolina del Norte, el Ex- Senador Mike Gravel, de Alaska, el Congresista Dennis Kucinich, de Ohio, el Ex- general Wesley Clark, de Arkansas, el Ex- vicepresidente Al Gore, de Tennesee el Gobernador Bill Richardson, de New Mexico, el Senador Barack Obama, de Illinois y la Senadora Hillary Rodham Clinton, de Nueva York. Estos tres últimos destacaban por ser realmente favoritos y con políticas realmente progresistas, pero también con impedimentos para una sociedad tan adicta a la imagen y a los prejuicios como la estadounidense, ya que Bill Richardson es hispano, Barack Obama es negro y Hillary Rodham es mujer y esposa del ex-presidente Bill Clinton (como se explicará más adelante en su gobierno sólo hubo escándalos, a pesar de todo continua siendo uno de los políticos más queridos por la sociedad norteamericana). Por otro lado, en el bando republicano la elección de los candidatos pasó sin pena ni gloria, la falta de unos pretendientes con ideas claras y originales los hacía en cierta manera homogéneos y por eso John McCain (un héroe de la guerra de Vietnam) con unas ideas muy progresistas (bien, eso sí lo comparamos con sus compañeros de armas) caló hondo en el electorado pro-republicano.
Con la victoria en las elecciones presidenciales del 2008, Obama ha hecho historia porqué se ha convertido en el primer presidente negro. Esta victoria ofusca un poco la realidad, ya que los políticos de color han obteniendo progresivamente con el tiempo cargos realmente importantes, sólo se tiene que observar la administración Bush, ya que el cargo de ministro de defensa lo ostentaba Colin L. Powell y el de los asuntos exteriores la Condoleezza Rice. Esta victoria se tiene que leer entre líneas, hay una razón en todo lo que se hace y estas elecciones no han sido para nada inocentes.
George W. Bush cita con frecuencia a Harry Truman para sostener que también será absuelto por la historia. No parece probable. Bush ha hecho todo lo posible para que el próximo presidente de Estados Unidos, se las tenga que ver con unos desafíos que amenazan la posición global de la superpotencia en el siglo XXI.
En los últimos años de fines del siglo XX e inicios del XXI, los historiadores, especialistas en relaciones internacionales y políticos del mundo anglosajón e incluso americano han empezado hacer obras que tratan sobre todo de analizar el desplome del faro del capitalismo. Joseph Nye en “La paradoja del poder norteamericano” (Oxford University, Editorial Taurus, Madrid 2003), hace una reflexión profunda, toma la fecha del 11 de septiembre como ocasión para analizar los cambios acaecidos en el mundo (cambios en la distribución del poder, globalización, impacto de las tecnologías de la información) y en el frente interno (división cultural, erosión de las costumbres y valores, situación económica y social, funcionamiento y confianza en las instituciones, percepción del mundo por parte de los ciudadanos) para redefinir el concepto de interés nacional en la era de la globalización de la información. Concretamente, sugiere combinar el poder militar, duro, con grandes dosis de poder persuasivo y económico, suave, así como buscar y defender intereses globales y no sólo los estrictamente propios o nacionales. Emmanuel Todd, en Después del imperio. Ensayo sobre la descomposición del sistema norteamericano (Foca, París 2003), la tesis principal es que Estados Unidos se está convirtiéndo en un problema para el mundo, en un factor de desorden internacional, y ya no, como sucedió en las últimas décadas, en solución, en garante de la libertad política y del orden económico. Una muestra de ello es su insistencia en hacer que se reconozca como integrantes de un eje del mal a potencias secundarias, como Irak o Corea del Norte, con alta agresividad verbal y escasa capacidad real de provocar daños. Con ello sólo esconde su imposibilidad de seguir siendo por mucho tiempo el único de ostentar la hegemonía mundial. Todo ese poderío de prepotencia provocado por las grandes victorias épicas de las dos grandes guerras mundiales y lo que representaba susodicho país se vio reflejado con la creación de una cultura de la victoria. Según Tom Engerlhardt en El fin de la cultura de la victoria. Estados Unidos, la Guerra Fría y el desencanto de una generación (Paidós, Barcelona 1997) a mediados de los 90 y a la espera del impacto del 11 de septiembre, EEUU vivía en las postrimerías, en las ruinas del mito del triunfo y de la victoria. Por último la obra conjunta de Timothy J. Linch y Robert S. Singh, After Bush. The Case for Continuity in American Foreign Policy (Cambridge University Press, 2008), el argumento de fondo que se puede extraer de su lectura en general es que, a pesar del cambio de Administración y la necesidad de otras aproximaciones que ciertamente se producirán, existen políticas e intereses vitales que se mantendrán, sea cual sea el color de la próxima Administración.
Bien después de esta larga introducción, iremos a la masa, el trabajo principalmente indagará de porqué la sociedad americana al final ha preferido a Obama y no a McCain y, para esto me limitaré analizar el período que comprende desde los últimos días de la presidencia de George W.H. Bush hasta el actual presidente, en total 20 años (1988 – 2008).

LOS 12 AÑOS DE LOS REPUBLICANOS
El fin de la larga etapa de crecimiento económico acelerado que se había iniciado en 1945 fue, sin duda, uno de los rasgos más característicos de la década de los 70. La recesión, en lo fundamental, estuvo originada por el embargo de petróleo árabe tras la guerra de Yon Kippur (octubre del 73), durante la cual los Estados Unidos apoyaron a su aliado, el Estado de Israel; acto seguido, el precio del crudo se encareció desde 2,83, a 10,41 dólares por barril. Posteriores subidas de precios por la OPEP (36,83 dólares en 1980) repercutieron en la industria americana, sumamente dependiente a esas alturas del combustible extranjero. Tomaron entonces carta de naturaleza dos fenómenos considerados hasta entonces contradictorios: la inflación consecuente a los nuevos costes energéticos, y el estancamiento, resultado tanto de la contracción del consumo como del recorte presupuestario con que se pretendió combatir el alza de precios. El PNB disminuyó en un 6%, se sucedieron las quiebras y en general perdió competitividad la industria pesada, tradicionalmente asentada en el noreste. Estos hechos impusieron una reconversión – a favor de productos de alta tecnología –, lo que a su vez determinó cambios importantes en la geografía industrial de los Estados Unidos.
Ronald Reagan
El viraje en el campo económico, como en otros aspectos de la vida nacional, estuvo precedido por la victoria electoral del californiano Ronald Reagan (1981-1988), cuyo programa está considerado como el punto de partida de la «revolución conservadora». En una época de desazón ante el relativismo moral y el fracaso aparente del Estado protector; él sintonizaba con la filosofía individualista, la libertad empresarial y los valores de la sociedad tradicional, que supo presentar de manera convincente, como auténticos cimientos de la grandeza americana. Bien es cierto que Reagan se dejaba influenciar por la astrología en la toma de decisiones políticas, lo que – según los críticos – parecía un buen indicio de la simplicidad de sus convicciones, además como atestiguan las memorias de quienes lo rodearon, la suya fue una personalidad no ya pasiva, sino más bien, y sobre todo, ausente. No le resultaba difícil creer cualquier cosa sobre sí mismo; por ejemplo, que había participado en la Segunda Guerra Mundial (cuando en realidad nunca se había alejado de Hollywood).
Contra la ortodoxia keynesiana, Reagan aceptó la alternativa del Supply-Side, consistente en disminuir tanto el gasto público (y de paso la intervención federal en la vida del país) como los impuestos, en la hipótesis de que la reactivación de la economía redundaría en un aumento de riqueza del que todos se beneficiarían. Disminuyeron en consecuencia los programas sociales (pero no los militares), se aligeró la regulación de la actividad industrial e incluso decayó el ya habitual compromiso del Gobierno en la promoción de las minorías étnicas. En efecto, no sin un fuerte bache en 1982, los indicadores financieros atestiguaron el comienzo de un nuevo ciclo expansivo. Como contrapartida, la «Reaganomics» no logró contener el déficit federal y una balanza comercial desfavorable, que a las alturas de 1993 se habían convertido en uno de los problemas más acuciantes de la economía americana. También, como podía esperarse, se acentuaron en estos años las diferencias de ingreso entre las clases sociales, en perjuicio de los más desprotegidos.
George Bush “padre”
Su mandato fue realmente continuista del anterior. Tan proclive como Reagan a dar prioridad a las grandes cuestiones internacionales, dejó actuar la filosofía económica trazada por su antecesor, y en consecuencia, el nivel de vida siguió deteriorándose. Una nueva coyuntura recesiva puso entonces de manifiesto que la mitad de las familias del país habían perdido capacidad adquisitiva desde 1980, y que 36 millones de ciudadanos (sobre una población de 250 millones en 1992) vivían por debajo del límite de la pobreza. En tales condiciones afrontó la reelección.
Antes de la invasión de Irak, declaro lo siguiente: “Como estadounidenses sabemos que hay veces en que debemos dar un paso al frente y aceptar nuestra responsabilidad de dirigir al mundo, lejos del caos oscuro de los dictadores. Somos la única nación en este planeta capaz de aglutinar a las fuerzas de la paz”. Bush ha sido considerado un presidente más moderado que Reagan o que su hijo. Bush tuvo periodos de gran popularidad durante la Guerra del Golfo, mientras colaboraba con las Naciones Unidas después de que Irak invadiese Kuwait.

LA HEGEMONÍA MUNDIAL. BILL CLINTON
En el año 1988 hubo un hecho fundamental en Europa, el muro de Berlín desaparecía y con ello la horrible fractura de un país. Pero la conmoción a nivel mundial fue en 1991 con el desplome de la Unión Soviética. El archinémesis de los EEUU no podía aguantar más la presión que implicaba la continua lucha por la supremacía armamentística. En cualquier caso, esta profunda alteración del equilibrio geopolítico permitió proclamar el fin de la Guerra Fría hacia 1900, al tiempo que otorgaba al ejecutivo americano una libertad de acción sin precedentes a escala mundial. Llegó a hablarse entonces del «fin de la Historia» para aludir a la falta de tensiones dialécticas que cabía esperar de la nueva etapa en el devenir de la humanidad.
Clinton emprendió su mandato como un consciente emulador del compromiso social y el estilo de J. F. Kennedy, lo que, entre otras cosas, se manifestaría en el reconocimiento de la influencia ejercida por la primera dama (la enérgica abogada Hillary Rodham Clinton) en la Casa Blanca. Así pues, junto a las mejoras en las áreas de bienestar, sanidad y medio ambiente, era razonable esperar un nuevo impulso a las causas predilectas (y más polémicas) de la izquierda liberal: promoción legal de los colectivos marginados, plena laicización de la enseñanza, más facilidad para abortar, control a la posesión de las armas de fuego. Sin embargo, cualquier tentación extremista se vería frenada por los republicanos, que por primera vez en cuatro décadas pasaron a controlar en 1994 las dos cámaras, y proclamaron su intención de realizar la «revolución conservadora». En esquema, ésta insistía en la defensa de los valores tradicionales (como eran familia, trabajo, moral y religión); la lucha contra el crimen, la droga y la inmigración ilegal; la reducción de los impuestos, del aparato burocrático y del déficit presupuestario. En el curso de los inevitables choques con el legislativo, Clinton demostró su talento táctico al apropiarse de las ideas más razonables del programa conservador (Reagan afirmó haberse «sentido robado»), y aun de su discurso: «Está gobernando como Lyndon Johnson y hablando como Ronald Reagan», denunció Newt Gingrich, presidente del Congreso, tras oír el informe sobre el estado de la Unión en enero de 1996. Así planteando, el debate político se centró más en el alcance que en la orientación de las reformas. Entre otras cosas, el presidente aceptó el fin del «big government» y se resignó a reequilibrar el presupuesto, pero sin ceñirse a los plazos exigidos por la oposición y más bien prolongándolos hasta el año 2002. Defensa fue el principal departamento afectado por los recortes, mientras que se preservaban las prestaciones de Medicare (seguro médico a los ancianos), Medicaid (atención a los más desprotegidos) y otros servicios sociales, ya considerados como derechos adquiridos por la mayoría de los ciudadanos. Frente a la intransigencia republicana, el presidente supo proyectar una imagen de responsabilidad en la batalla del presupuesto de 1996, cuando numerosas oficinas del gobierno, incluidas embajadas, tuvieron que cerrar por la falta de fondos.
Su mensaje de moderación en la campaña del 96, unido a sus extraordinarias dotes como comunicador –en la tradición de Roosevelt, Kennedy y Reagan–, convirtieron a Clinton en el primer presidente demócrata reelegido desde 1944. No sin contratiempos, mantuvo ante la opinión pública su prestigio como líder a pesar de las cacicadas y escándalos, tanto de índole financiera como sexual, que periodistas y magistrados sospechosamente celosos rastrearon desde los tiempos en que fue gobernador de Arkansas. Sin embargo, el síndrome de Watergate se abatió sobre Clinton, que a principios de 1999 hubo de afrontar la apertura de un proceso de impeachment, acusado de perjurio y obstrucción a la justicia.
En las elecciones del 2000 se presentaron como candidatos George W. Bush como representante del partido republicano y Al Gore del demócrata. Bien, en esas elecciones ganó el partido republicano, pero con una polémica alrededor del triunfo ya que en realidad las elecciones las venció Al Gore, pero el presidente en vez de ser él era Bush, además cada vez que se hacían los recuentos de los votos había irregularidades. Michael Moore en muchas de sus obras critica lo que pasó: «Cabría entonces que con más de doscientos
millones de votantes en el censo, los demócratas tendrían que arrasar elección tras elección, pero está claro que no lo hacen. Y es que los demócratas parecen perdedores profesionales. Su incapacidad para ganar elecciones es tan patética que pierden hasta cuando ganan. Al Gore ganó las presidenciales de 2000, pero, por alguna extraña razón, no se convirtió en presidente de los Estados Unidos. ¿Para qué diablos sirve un partido incapaz de conseguir que le entreguen las llaves de la casa que ha comprado?». A pesar de lo que ocurrió vale tener en cuenta que hubo una baja participación (sólo un 48%), la razón era simple como lo decía una afroamericana, administradora de un McDonald's y que gana un poco más del salario mínimo, $5.15 la hora, dijo sobre Bush y Gore: “Ni siquiera le presto atención a esos dos, y mis amigos dicen lo mismo. Mi vida no cambiará”.

LA PROBLEMÁTICA DE WALKER BUSH , 11 DE SEPTIEMBRE Y LA GUERRA CONTRA EL TERROR
Al asumir la presidencia, Bush procedió a implementar su agenda pro negocios con total confianza, como si tuviera el apoyo abrumador de la nación. Y el Partido Demócrata, cuya filosofía fundamental no es muy diferente, le hizo una tímida oposición, alineándose completamente con la política exterior de Bush y difiriendo de él sólo ligeramente en su política doméstica.
El programa de Bush se hizo inmediatamente claro. Impulsó recortes de impuestos a los ricos, se opuso a regulaciones ambientales estrictas que costarían dinero a los intereses del mundo de los negocios y planeó “privatizar” la seguridad social al hacer que los fondos para el retiro dependieran de la bolsa.
Además, se dirigió a incrementar el presupuesto militar y a continuar el programa de la “Guerra de las Galaxias”, aunque el consenso de la comunidad científica señalaba que los misiles antibalísticos en el espacio no funcionarían, y que incluso si este plan tuviera éxito, desataría una más feroz carrera armamentística en todo el mundo.
Nueve meses después de instalado Bush en la presidencia, el 11 de septiembre de 2001, tuvo que hacer frente aún atentado que inauguraba un nuevo siglo de violencia y una por tanto una nueva realidad. Secuestradores a bordo de tres enormes jets, repletos de combustible, los estrellaron contra las Torres Gemelas del World Trade Center, en Nueva York, y contra un ala del Pentágono, en Washington D. C. En todo el país, los norteamericanos observaron, horrorizados, el colapso de las torres en sus pantallas de televisión, un infierno de cemento y metal que enterró a miles de trabajadores y a cientos de bomberos y policías que habían ido a rescatarlos.
Era un asalto sin precedentes contra enormes símbolos de la riqueza y el poder norteamericanos, llevado a cabo por nueve hombres del Oriente Medio, la mayoría de Arabia Saudita. Estaban dispuestos a morir con tal de asestar un golpe mortal contra lo que percibían claramente como el enemigo, una superpotencia que se había pensado a sí misma como invulnerable. Este hecho «pronto se convirtió en un tópico decir que el 11 de septiembre lo había cambiado todo: se decía que el mundo se había convertido en un lugar diferente a partir de aquel momento. Sin embargo, cuanto más tiempo pasa, menos cierta se antoja esa afirmación. Es el mismo mundo de antes, pero nuestra comprensión del mismo no parece haber mejorado lo más mínimo».
De inmediato el presidente Bush declaró una “guerra contra el terrorismo”, y proclamó: “No debemos hacer distinciones entre los terroristas y los países que albergan a terroristas”. Rápidamente, el Congreso aprobó una resolución otorgándole a Bush el poder de proceder con acciones militares sin la declaración de guerra requerida por la constitución. La resolución fue aprobada de manera unánime por el senado. En la Cámara de Representantes disintió solo un miembro: Bárbara Lee, una afroamericana de California. Se sucedieron entonces las operaciones militares que derribaron al régimen talibán de Afganistán (2001) y al de Saddam Hussein en Irak (2003). Sin duda, en ambos casos se ha manifestado claramente la capacidad de intervención del país más poderoso del mundo, pero también la convicción, cada vez más extendida en la opinión pública internacional, en la necesidad de la acción multilateral como opción preferible para resolver los problemas que afectan al conjunto de la humanidad.
Para Bush y sus asesores, debería ser obvio que el terrorismo no puede derrotarse mediante el uso de la fuerza, una evidencia histórica fácilmente disponible. Una y otra vez, los británicos han reaccionado a los actos terroristas del Ejército Republicano Irlandés, sólo para enfrentar más terrorismo. Durante décadas, los israelíes han respondido al terrorismo palestino con golpes militares, lo cual no ha hecho sino redundar en mayores atentados palestinos. Después del ataque a las embajadas norteamericanas en Tanzania y a Sudán. Claramente, mirando al 11 S, esto no había logrado detener el terrorismo.
La era Bush además de caracterizarse por los conflictos violentos contra países árabes o los secuaces del antiguo segundo mundo, también se ha caracterizado por tener una política económica profundamente ineficaz y mediocre. Según Thomas I. Palley: El próximo presidente se enfrenta a dos desafíos, consecuencia ambos de la extrema mediocridad de la gestión económica durante la Administración Bush: a corto plazo, frenar el hundimiento y, a largo plazo, poner en marcha un crecimiento sostenible que genere prosperidad para todos.

ELECCIONES PRESIDENCIALES 2008
En enero de 2007, el presidente de la Comisión de Elecciones Federales, Michael Toner, afirmó que las elecciones presidenciales estadounidenses de 2008 se convertirían en “las más caras en toda la historia estadounidense”. Toner estimó que las elecciones de 2008 serían unas “elecciones de 1000 millones de dólares” y que para que se le tome en serio, un candidato necesitará reunir al menos 100 millones de dólares para finales de 2007.
Los candidatos estelares de estas elecciones fueron el senador Barack Obama (después de una confrontación muy interesante entre los diferentes pretendientes demócratas, salió vencedor él) y John McCain.
Bien, las propuestas de Obama para su campaña electoral se pueden agrupar en 4 puntos:
(Política exterior). La retirada de las tropas de Irak. Pero además promulgaría recortes presupuestarios en el rango de decenas de miles de millones de dólares, detendría la inversión en los "improbables" escudos antimisiles para la defensa, no utilizaría al espacio como "arma potencial", minimizaría el desarrollo de sistemas futuros de combate, y trabajaría hacia la eliminación de todas las armas nucleares. Incluso ha expresado estar a favor de finalizar el desarrollo de armamento nuclear, y ha propuesto reducir las vigentes reservas nucleares estadounidenses, también establecer una prohibición global a la producción de material hendible y buscar negociaciones con Rusia para retirar el alto estado de alerta de los misiles balísticos intercontinentales. Y finalmente el dialogo diplomático con Irán, para prevenir el desarrollo de armas nucleares.
(Obligaciones morales). Estados Unidos tiene el deber moral de eliminar los genocidios del mundo. En la publicación de la revista "Foreign Affairs" de julio a agosto de 2007, hizo un llamamiento a una política exterior con visión global sobre la guerra con Irak y la renovación del liderazgo moral, militar y diplomático de los Estados Unidos. Seguidamente, manifestó No podemos replegarnos del mundo y tampoco amenazarlo a estado de sumisión, al contrario pidió a los estadounidenses que guiasen al mundo mediante hazañas y dando buen ejemplo.
(Economía). En los asuntos económicos, siguió los postulados de Franklin D. Roosevelt, es decir defendió las políticas de asistencia social y se opuso a las propuestas republicanas de establecer cuentas privadas para el seguro social. Poco después de que anunciase su campaña presidencial, dijo que apoyaba la asistencia sanitaria universal en los Estados Unidos. También ha propuesto retribuir el rendimiento de los profesores mediante el sistema de pago por méritos, asegurando a los sindicatos laborales que los cambios serán ejecutados a través de un contrato colectivo de trabajo. Además, suprimiría las evasiones de impuestos corporativas, elevaría el límite de ingresos a los impuestos de la seguridad social, restringiría los paraísos fiscales, y simplificaría las declaraciones de impuestos mediante la remisión de la información previamente recaudada por la Hacienda Pública referente al salario y a las transacciones bancarias. Adicionalmente, en octubre del mismo año anunció su proyecto energético, y propuso el uso de la herramienta administrativa conocida como comercio de derechos de emisión para restringir las emisiones de carbono o gases de efecto invernadero, y también expuso un programa con duración de 10 años, que tiene como objetivo reducir la dependencia de los Estados Unidos en las importaciones de petróleo a través de la inversión en nuevas fuentes de energía. Obama indicó que todos los créditos de polución deben ser subastados, sin exenciones de créditos para las empresas de gas, las compañías petroleras, el gasto de los ingresos obtenidos mediante el desarrollo de la energía y el coste de la transición económica.
(Instituciones tradicionales). Por lo que hace referencia a religión, sabe que hacer apología de esta es sinónimo de votos seguros, por eso propone más interacción con los políticos demócratas con la religión.
Por otra parte, tenemos las ideas defendidas por McCain. Antes de todo decir que este republicano depende de que cosas es mucho más progresista que muchos de sus compañeros de armas. En temas como el matrimonio homosexual y la inmigración ilegal, no tiene una postura conservadora: aunque está en contra del matrimonio entre personas del mismo sexo, dice no tener problemas con la unión civil y está trabajando en un proyecto para entregar paulatinamente la ciudadanía a los trabajadores ilegales que ya están en Estados Unidos. Por lo que hace referencia al tema de seguridad social y sanidad pública pues sigue a sus compatriotas. También es de los pocos que creé que se tiene que hacer algo con los gases invernaderos que produce Estados Unidos y por consiguiente favorecen el cambio climático.
Las elecciones presidenciales de los Estados Unidos de 2008 tuvieron lugar el 4 de noviembre de 2008. Las elecciones determinaron a los electores del Colegio Electoral de Estados Unidos y el candidato presidencial que recibió la mayoría de los votos (270) por parte del Colegio Electoral para ser el 44º Presidente de los Estados Unidos fue Barack Obama, mientras que el candidato vicepresidencial Joe Biden será el 47º Vicepresidente de Estados Unidos. Si ningún candidato presidencial hubiese tenido una mayoría de votos del Colegio Electoral, el presidente hubiese sido electo por la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, que hubiese votado por Estados, y a cada Estado le correspondería un voto. Asimismo, si no se hubiese producido mayoría en votos para el cargo de vicepresidente, el Senado de los Estados Unidos hubiese sido el encargado de elegirlo, votando mediante cédulas.
Tal y como ocurrió en las elecciones presidenciales de 2004, la asignación de los votos electorales a cada estado se basó parcialmente en el censo de Estados Unidos correspondiente al año 2000. El presidente y vicepresidente electos tomarán posesión de los cargos el martes 20 de enero de 2009.


CONCLUSIÓN
Durante veinte años podemos analizar la evolución de los gobiernos en Estados Unidos. Los cambios de gobierno va marcado en muchos casos por la economía y por la política exterior, por tanto no es tan raro que cuando hubo la transición de poder de Bush “padre” a Clinton, el expresidente le dijo a su sucesor que lo había ganado por los problemas económicos de la primera potencia mundial y, con Clinton a Bush fue gracias a corruptelas y por polémicas de diversa índole – a pesar de que los republicanos incidieran más en las relaciones extramatrimoniales del presidente para hacerle el impeachment –. Por último, George Bush se enroló a hacer una guerra con unos países llamados supuestamente como el “eje del mal”, pero en realidad había (y, hay) intereses tanto económicos como estratégicos y en muchTRODUCCIÓN
Hace un año cuando los demócratas estaban eligiendo su candidato para la presidencia de los Estados Unidos fue un auténtico hervidero de personajes interesantes, los candidatos demócratas eran el Senador Joe Biden, de Delaware, el Senador Christopher Dodd, de Connecticut, el Ex- Senador John Edwards, de Carolina del Norte, el Ex- Senador Mike Gravel, de Alaska, el Congresista Dennis Kucinich, de Ohio, el Ex- general Wesley Clark, de Arkansas, el Ex- vicepresidente Al Gore, de Tennesee el Gobernador Bill Richardson, de New Mexico, el Senador Barack Obama, de Illinois y la Senadora Hillary Rodham Clinton, de Nueva York. Estos tres últimos destacaban por ser realmente favoritos y con políticas realmente progresistas, pero también con impedimentos para una sociedad tan adicta a la imagen y a los prejuicios como la estadounidense, ya que Bill Richardson es hispano, Barack Obama es negro y Hillary Rodham es mujer y esposa del ex-presidente Bill Clinton (como se explicará más adelante en su gobierno sólo hubo escándalos, a pesar de todo continua siendo uno de los políticos más queridos por la sociedad norteamericana). Por otro lado, en el bando republicano la elección de los candidatos pasó sin pena ni gloria, la falta de unos pretendientes con ideas claras y originales los hacía en cierta manera homogéneos y por eso John McCain (un héroe de la guerra de Vietnam) con unas ideas muy progresistas (bien, eso sí lo comparamos con sus compañeros de armas) caló hondo en el electorado pro-republicano.
Con la victoria en las elecciones presidenciales del 2008, Obama ha hecho historia porqué se ha convertido en el primer presidente negro. Esta victoria ofusca un poco la realidad, ya que los políticos de color han obteniendo progresivamente con el tiempo cargos realmente importantes, sólo se tiene que observar la administración Bush, ya que el cargo de ministro de defensa lo ostentaba Colin L. Powell y el de los asuntos exteriores la Condoleezza Rice. Esta victoria se tiene que leer entre líneas, hay una razón en todo lo que se hace y estas elecciones no han sido para nada inocentes.
George W. Bush cita con frecuencia a Harry Truman para sostener que también será absuelto por la historia. No parece probable. Bush ha hecho todo lo posible para que el próximo presidente de Estados Unidos, se las tenga que ver con unos desafíos que amenazan la posición global de la superpotencia en el siglo XXI.
En los últimos años de fines del siglo XX e inicios del XXI, los historiadores, especialistas en relaciones internacionales y políticos del mundo anglosajón e incluso americano han empezado hacer obras que tratan sobre todo de analizar el desplome del faro del capitalismo. Joseph Nye en “La paradoja del poder norteamericano” (Oxford University, Editorial Taurus, Madrid 2003), hace una reflexión profunda, toma la fecha del 11 de septiembre como ocasión para analizar los cambios acaecidos en el mundo (cambios en la distribución del poder, globalización, impacto de las tecnologías de la información) y en el frente interno (división cultural, erosión de las costumbres y valores, situación económica y social, funcionamiento y confianza en las instituciones, percepción del mundo por parte de los ciudadanos) para redefinir el concepto de interés nacional en la era de la globalización de la información. Concretamente, sugiere combinar el poder militar, duro, con grandes dosis de poder persuasivo y económico, suave, así como buscar y defender intereses globales y no sólo los estrictamente propios o nacionales. Emmanuel Todd, en Después del imperio. Ensayo sobre la descomposición del sistema norteamericano (Foca, París 2003), la tesis principal es que Estados Unidos se está convirtiéndo en un problema para el mundo, en un factor de desorden internacional, y ya no, como sucedió en las últimas décadas, en solución, en garante de la libertad política y del orden económico. Una muestra de ello es su insistencia en hacer que se reconozca como integrantes de un eje del mal a potencias secundarias, como Irak o Corea del Norte, con alta agresividad verbal y escasa capacidad real de provocar daños. Con ello sólo esconde su imposibilidad de seguir siendo por mucho tiempo el único de ostentar la hegemonía mundial. Todo ese poderío de prepotencia provocado por las grandes victorias épicas de las dos grandes guerras mundiales y lo que representaba susodicho país se vio reflejado con la creación de una cultura de la victoria. Según Tom Engerlhardt en El fin de la cultura de la victoria. Estados Unidos, la Guerra Fría y el desencanto de una generación (Paidós, Barcelona 1997) a mediados de los 90 y a la espera del impacto del 11 de septiembre, EEUU vivía en las postrimerías, en las ruinas del mito del triunfo y de la victoria. Por último la obra conjunta de Timothy J. Linch y Robert S. Singh, After Bush. The Case for Continuity in American Foreign Policy (Cambridge University Press, 2008), el argumento de fondo que se puede extraer de su lectura en general es que, a pesar del cambio de Administración y la necesidad de otras aproximaciones que ciertamente se producirán, existen políticas e intereses vitales que se mantendrán, sea cual sea el color de la próxima Administración.
Bien después de esta larga introducción, iremos a la masa, el trabajo principalmente indagará de porqué la sociedad americana al final ha preferido a Obama y no a McCain y, para esto me limitaré analizar el período que comprende desde los últimos días de la presidencia de George W.H. Bush hasta el actual presidente, en total 20 años (1988 – 2008).

LOS 12 AÑOS DE LOS REPUBLICANOS
El fin de la larga etapa de crecimiento económico acelerado que se había iniciado en 1945 fue, sin duda, uno de los rasgos más característicos de la década de los 70. La recesión, en lo fundamental, estuvo originada por el embargo de petróleo árabe tras la guerra de Yon Kippur (octubre del 73), durante la cual los Estados Unidos apoyaron a su aliado, el Estado de Israel; acto seguido, el precio del crudo se encareció desde 2,83, a 10,41 dólares por barril. Posteriores subidas de precios por la OPEP (36,83 dólares en 1980) repercutieron en la industria americana, sumamente dependiente a esas alturas del combustible extranjero. Tomaron entonces carta de naturaleza dos fenómenos considerados hasta entonces contradictorios: la inflación consecuente a los nuevos costes energéticos, y el estancamiento, resultado tanto de la contracción del consumo como del recorte presupuestario con que se pretendió combatir el alza de precios. El PNB disminuyó en un 6%, se sucedieron las quiebras y en general perdió competitividad la industria pesada, tradicionalmente asentada en el noreste. Estos hechos impusieron una reconversión – a favor de productos de alta tecnología –, lo que a su vez determinó cambios importantes en la geografía industrial de los Estados Unidos.
Ronald Reagan
El viraje en el campo económico, como en otros aspectos de la vida nacional, estuvo precedido por la victoria electoral del californiano Ronald Reagan (1981-1988), cuyo programa está considerado como el punto de partida de la «revolución conservadora». En una época de desazón ante el relativismo moral y el fracaso aparente del Estado protector; él sintonizaba con la filosofía individualista, la libertad empresarial y los valores de la sociedad tradicional, que supo presentar de manera convincente, como auténticos cimientos de la grandeza americana. Bien es cierto que Reagan se dejaba influenciar por la astrología en la toma de decisiones políticas, lo que – según los críticos – parecía un buen indicio de la simplicidad de sus convicciones, además como atestiguan las memorias de quienes lo rodearon, la suya fue una personalidad no ya pasiva, sino más bien, y sobre todo, ausente. No le resultaba difícil creer cualquier cosa sobre sí mismo; por ejemplo, que había participado en la Segunda Guerra Mundial (cuando en realidad nunca se había alejado de Hollywood).
Contra la ortodoxia keynesiana, Reagan aceptó la alternativa del Supply-Side, consistente en disminuir tanto el gasto público (y de paso la intervención federal en la vida del país) como los impuestos, en la hipótesis de que la reactivación de la economía redundaría en un aumento de riqueza del que todos se beneficiarían. Disminuyeron en consecuencia los programas sociales (pero no los militares), se aligeró la regulación de la actividad industrial e incluso decayó el ya habitual compromiso del Gobierno en la promoción de las minorías étnicas. En efecto, no sin un fuerte bache en 1982, los indicadores financieros atestiguaron el comienzo de un nuevo ciclo expansivo. Como contrapartida, la «Reaganomics» no logró contener el déficit federal y una balanza comercial desfavorable, que a las alturas de 1993 se habían convertido en uno de los problemas más acuciantes de la economía americana. También, como podía esperarse, se acentuaron en estos años las diferencias de ingreso entre las clases sociales, en perjuicio de los más desprotegidos.
George Bush “padre”
Su mandato fue realmente continuista del anterior. Tan proclive como Reagan a dar prioridad a las grandes cuestiones internacionales, dejó actuar la filosofía económica trazada por su antecesor, y en consecuencia, el nivel de vida siguió deteriorándose. Una nueva coyuntura recesiva puso entonces de manifiesto que la mitad de las familias del país habían perdido capacidad adquisitiva desde 1980, y que 36 millones de ciudadanos (sobre una población de 250 millones en 1992) vivían por debajo del límite de la pobreza. En tales condiciones afrontó la reelección.
Antes de la invasión de Irak, declaro lo siguiente: “Como estadounidenses sabemos que hay veces en que debemos dar un paso al frente y aceptar nuestra responsabilidad de dirigir al mundo, lejos del caos oscuro de los dictadores. Somos la única nación en este planeta capaz de aglutinar a las fuerzas de la paz”. Bush ha sido considerado un presidente más moderado que Reagan o que su hijo. Bush tuvo periodos de gran popularidad durante la Guerra del Golfo, mientras colaboraba con las Naciones Unidas después de que Irak invadiese Kuwait.

LA HEGEMONÍA MUNDIAL. BILL CLINTON
En el año 1988 hubo un hecho fundamental en Europa, el muro de Berlín desaparecía y con ello la horrible fractura de un país. Pero la conmoción a nivel mundial fue en 1991 con el desplome de la Unión Soviética. El archinémesis de los EEUU no podía aguantar más la presión que implicaba la continua lucha por la supremacía armamentística. En cualquier caso, esta profunda alteración del equilibrio geopolítico permitió proclamar el fin de la Guerra Fría hacia 1900, al tiempo que otorgaba al ejecutivo americano una libertad de acción sin precedentes a escala mundial. Llegó a hablarse entonces del «fin de la Historia» para aludir a la falta de tensiones dialécticas que cabía esperar de la nueva etapa en el devenir de la humanidad.
Clinton emprendió su mandato como un consciente emulador del compromiso social y el estilo de J. F. Kennedy, lo que, entre otras cosas, se manifestaría en el reconocimiento de la influencia ejercida por la primera dama (la enérgica abogada Hillary Rodham Clinton) en la Casa Blanca. Así pues, junto a las mejoras en las áreas de bienestar, sanidad y medio ambiente, era razonable esperar un nuevo impulso a las causas predilectas (y más polémicas) de la izquierda liberal: promoción legal de los colectivos marginados, plena laicización de la enseñanza, más facilidad para abortar, control a la posesión de las armas de fuego. Sin embargo, cualquier tentación extremista se vería frenada por los republicanos, que por primera vez en cuatro décadas pasaron a controlar en 1994 las dos cámaras, y proclamaron su intención de realizar la «revolución conservadora». En esquema, ésta insistía en la defensa de los valores tradicionales (como eran familia, trabajo, moral y religión); la lucha contra el crimen, la droga y la inmigración ilegal; la reducción de los impuestos, del aparato burocrático y del déficit presupuestario. En el curso de los inevitables choques con el legislativo, Clinton demostró su talento táctico al apropiarse de las ideas más razonables del programa conservador (Reagan afirmó haberse «sentido robado»), y aun de su discurso: «Está gobernando como Lyndon Johnson y hablando como Ronald Reagan», denunció Newt Gingrich, presidente del Congreso, tras oír el informe sobre el estado de la Unión en enero de 1996. Así planteando, el debate político se centró más en el alcance que en la orientación de las reformas. Entre otras cosas, el presidente aceptó el fin del «big government» y se resignó a reequilibrar el presupuesto, pero sin ceñirse a los plazos exigidos por la oposición y más bien prolongándolos hasta el año 2002. Defensa fue el principal departamento afectado por los recortes, mientras que se preservaban las prestaciones de Medicare (seguro médico a los ancianos), Medicaid (atención a los más desprotegidos) y otros servicios sociales, ya considerados como derechos adquiridos por la mayoría de los ciudadanos. Frente a la intransigencia republicana, el presidente supo proyectar una imagen de responsabilidad en la batalla del presupuesto de 1996, cuando numerosas oficinas del gobierno, incluidas embajadas, tuvieron que cerrar por la falta de fondos.
Su mensaje de moderación en la campaña del 96, unido a sus extraordinarias dotes como comunicador –en la tradición de Roosevelt, Kennedy y Reagan–, convirtieron a Clinton en el primer presidente demócrata reelegido desde 1944. No sin contratiempos, mantuvo ante la opinión pública su prestigio como líder a pesar de las cacicadas y escándalos, tanto de índole financiera como sexual, que periodistas y magistrados sospechosamente celosos rastrearon desde los tiempos en que fue gobernador de Arkansas. Sin embargo, el síndrome de Watergate se abatió sobre Clinton, que a principios de 1999 hubo de afrontar la apertura de un proceso de impeachment, acusado de perjurio y obstrucción a la justicia.
En las elecciones del 2000 se presentaron como candidatos George W. Bush como representante del partido republicano y Al Gore del demócrata. Bien, en esas elecciones ganó el partido republicano, pero con una polémica alrededor del triunfo ya que en realidad las elecciones las venció Al Gore, pero el presidente en vez de ser él era Bush, además cada vez que se hacían los recuentos de los votos había irregularidades. Michael Moore en muchas de sus obras critica lo que pasó: «Cabría entonces que con más de doscientos
millones de votantes en el censo, los demócratas tendrían que arrasar elección tras elección, pero está claro que no lo hacen. Y es que los demócratas parecen perdedores profesionales. Su incapacidad para ganar elecciones es tan patética que pierden hasta cuando ganan. Al Gore ganó las presidenciales de 2000, pero, por alguna extraña razón, no se convirtió en presidente de los Estados Unidos. ¿Para qué diablos sirve un partido incapaz de conseguir que le entreguen las llaves de la casa que ha comprado?». A pesar de lo que ocurrió vale tener en cuenta que hubo una baja participación (sólo un 48%), la razón era simple como lo decía una afroamericana, administradora de un McDonald's y que gana un poco más del salario mínimo, $5.15 la hora, dijo sobre Bush y Gore: “Ni siquiera le presto atención a esos dos, y mis amigos dicen lo mismo. Mi vida no cambiará”.

LA PROBLEMÁTICA DE WALKER BUSH , 11 DE SEPTIEMBRE Y LA GUERRA CONTRA EL TERROR
Al asumir la presidencia, Bush procedió a implementar su agenda pro negocios con total confianza, como si tuviera el apoyo abrumador de la nación. Y el Partido Demócrata, cuya filosofía fundamental no es muy diferente, le hizo una tímida oposición, alineándose completamente con la política exterior de Bush y difiriendo de él sólo ligeramente en su política doméstica.
El programa de Bush se hizo inmediatamente claro. Impulsó recortes de impuestos a los ricos, se opuso a regulaciones ambientales estrictas que costarían dinero a los intereses del mundo de los negocios y planeó “privatizar” la seguridad social al hacer que los fondos para el retiro dependieran de la bolsa.
Además, se dirigió a incrementar el presupuesto militar y a continuar el programa de la “Guerra de las Galaxias”, aunque el consenso de la comunidad científica señalaba que los misiles antibalísticos en el espacio no funcionarían, y que incluso si este plan tuviera éxito, desataría una más feroz carrera armamentística en todo el mundo.
Nueve meses después de instalado Bush en la presidencia, el 11 de septiembre de 2001, tuvo que hacer frente aún atentado que inauguraba un nuevo siglo de violencia y una por tanto una nueva realidad. Secuestradores a bordo de tres enormes jets, repletos de combustible, los estrellaron contra las Torres Gemelas del World Trade Center, en Nueva York, y contra un ala del Pentágono, en Washington D. C. En todo el país, los norteamericanos observaron, horrorizados, el colapso de las torres en sus pantallas de televisión, un infierno de cemento y metal que enterró a miles de trabajadores y a cientos de bomberos y policías que habían ido a rescatarlos.
Era un asalto sin precedentes contra enormes símbolos de la riqueza y el poder norteamericanos, llevado a cabo por nueve hombres del Oriente Medio, la mayoría de Arabia Saudita. Estaban dispuestos a morir con tal de asestar un golpe mortal contra lo que percibían claramente como el enemigo, una superpotencia que se había pensado a sí misma como invulnerable. Este hecho «pronto se convirtió en un tópico decir que el 11 de septiembre lo había cambiado todo: se decía que el mundo se había convertido en un lugar diferente a partir de aquel momento. Sin embargo, cuanto más tiempo pasa, menos cierta se antoja esa afirmación. Es el mismo mundo de antes, pero nuestra comprensión del mismo no parece haber mejorado lo más mínimo».
De inmediato el presidente Bush declaró una “guerra contra el terrorismo”, y proclamó: “No debemos hacer distinciones entre los terroristas y los países que albergan a terroristas”. Rápidamente, el Congreso aprobó una resolución otorgándole a Bush el poder de proceder con acciones militares sin la declaración de guerra requerida por la constitución. La resolución fue aprobada de manera unánime por el senado. En la Cámara de Representantes disintió solo un miembro: Bárbara Lee, una afroamericana de California. Se sucedieron entonces las operaciones militares que derribaron al régimen talibán de Afganistán (2001) y al de Saddam Hussein en Irak (2003). Sin duda, en ambos casos se ha manifestado claramente la capacidad de intervención del país más poderoso del mundo, pero también la convicción, cada vez más extendida en la opinión pública internacional, en la necesidad de la acción multilateral como opción preferible para resolver los problemas que afectan al conjunto de la humanidad.
Para Bush y sus asesores, debería ser obvio que el terrorismo no puede derrotarse mediante el uso de la fuerza, una evidencia histórica fácilmente disponible. Una y otra vez, los británicos han reaccionado a los actos terroristas del Ejército Republicano Irlandés, sólo para enfrentar más terrorismo. Durante décadas, los israelíes han respondido al terrorismo palestino con golpes militares, lo cual no ha hecho sino redundar en mayores atentados palestinos. Después del ataque a las embajadas norteamericanas en Tanzania y a Sudán. Claramente, mirando al 11 S, esto no había logrado detener el terrorismo.
La era Bush además de caracterizarse por los conflictos violentos contra países árabes o los secuaces del antiguo segundo mundo, también se ha caracterizado por tener una política económica profundamente ineficaz y mediocre. Según Thomas I. Palley: El próximo presidente se enfrenta a dos desafíos, consecuencia ambos de la extrema mediocridad de la gestión económica durante la Administración Bush: a corto plazo, frenar el hundimiento y, a largo plazo, poner en marcha un crecimiento sostenible que genere prosperidad para todos.

ELECCIONES PRESIDENCIALES 2008
En enero de 2007, el presidente de la Comisión de Elecciones Federales, Michael Toner, afirmó que las elecciones presidenciales estadounidenses de 2008 se convertirían en “las más caras en toda la historia estadounidense”. Toner estimó que las elecciones de 2008 serían unas “elecciones de 1000 millones de dólares” y que para que se le tome en serio, un candidato necesitará reunir al menos 100 millones de dólares para finales de 2007.
Los candidatos estelares de estas elecciones fueron el senador Barack Obama (después de una confrontación muy interesante entre los diferentes pretendientes demócratas, salió vencedor él) y John McCain.
Bien, las propuestas de Obama para su campaña electoral se pueden agrupar en 4 puntos:
(Política exterior). La retirada de las tropas de Irak. Pero además promulgaría recortes presupuestarios en el rango de decenas de miles de millones de dólares, detendría la inversión en los "improbables" escudos antimisiles para la defensa, no utilizaría al espacio como "arma potencial", minimizaría el desarrollo de sistemas futuros de combate, y trabajaría hacia la eliminación de todas las armas nucleares. Incluso ha expresado estar a favor de finalizar el desarrollo de armamento nuclear, y ha propuesto reducir las vigentes reservas nucleares estadounidenses, también establecer una prohibición global a la producción de material hendible y buscar negociaciones con Rusia para retirar el alto estado de alerta de los misiles balísticos intercontinentales. Y finalmente el dialogo diplomático con Irán, para prevenir el desarrollo de armas nucleares.
(Obligaciones morales). Estados Unidos tiene el deber moral de eliminar los genocidios del mundo. En la publicación de la revista "Foreign Affairs" de julio a agosto de 2007, hizo un llamamiento a una política exterior con visión global sobre la guerra con Irak y la renovación del liderazgo moral, militar y diplomático de los Estados Unidos. Seguidamente, manifestó No podemos replegarnos del mundo y tampoco amenazarlo a estado de sumisión, al contrario pidió a los estadounidenses que guiasen al mundo mediante hazañas y dando buen ejemplo.
(Economía). En los asuntos económicos, siguió los postulados de Franklin D. Roosevelt, es decir defendió las políticas de asistencia social y se opuso a las propuestas republicanas de establecer cuentas privadas para el seguro social. Poco después de que anunciase su campaña presidencial, dijo que apoyaba la asistencia sanitaria universal en los Estados Unidos. También ha propuesto retribuir el rendimiento de los profesores mediante el sistema de pago por méritos, asegurando a los sindicatos laborales que los cambios serán ejecutados a través de un contrato colectivo de trabajo. Además, suprimiría las evasiones de impuestos corporativas, elevaría el límite de ingresos a los impuestos de la seguridad social, restringiría los paraísos fiscales, y simplificaría las declaraciones de impuestos mediante la remisión de la información previamente recaudada por la Hacienda Pública referente al salario y a las transacciones bancarias. Adicionalmente, en octubre del mismo año anunció su proyecto energético, y propuso el uso de la herramienta administrativa conocida como comercio de derechos de emisión para restringir las emisiones de carbono o gases de efecto invernadero, y también expuso un programa con duración de 10 años, que tiene como objetivo reducir la dependencia de los Estados Unidos en las importaciones de petróleo a través de la inversión en nuevas fuentes de energía. Obama indicó que todos los créditos de polución deben ser subastados, sin exenciones de créditos para las empresas de gas, las compañías petroleras, el gasto de los ingresos obtenidos mediante el desarrollo de la energía y el coste de la transición económica.
(Instituciones tradicionales). Por lo que hace referencia a religión, sabe que hacer apología de esta es sinónimo de votos seguros, por eso propone más interacción con los políticos demócratas con la religión.
Por otra parte, tenemos las ideas defendidas por McCain. Antes de todo decir que este republicano depende de que cosas es mucho más progresista que muchos de sus compañeros de armas. En temas como el matrimonio homosexual y la inmigración ilegal, no tiene una postura conservadora: aunque está en contra del matrimonio entre personas del mismo sexo, dice no tener problemas con la unión civil y está trabajando en un proyecto para entregar paulatinamente la ciudadanía a los trabajadores ilegales que ya están en Estados Unidos. Por lo que hace referencia al tema de seguridad social y sanidad pública pues sigue a sus compatriotas. También es de los pocos que creé que se tiene que hacer algo con los gases invernaderos que produce Estados Unidos y por consiguiente favorecen el cambio climático.
Las elecciones presidenciales de los Estados Unidos de 2008 tuvieron lugar el 4 de noviembre de 2008. Las elecciones determinaron a los electores del Colegio Electoral de Estados Unidos y el candidato presidencial que recibió la mayoría de los votos (270) por parte del Colegio Electoral para ser el 44º Presidente de los Estados Unidos fue Barack Obama, mientras que el candidato vicepresidencial Joe Biden será el 47º Vicepresidente de Estados Unidos. Si ningún candidato presidencial hubiese tenido una mayoría de votos del Colegio Electoral, el presidente hubiese sido electo por la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, que hubiese votado por Estados, y a cada Estado le correspondería un voto. Asimismo, si no se hubiese producido mayoría en votos para el cargo de vicepresidente, el Senado de los Estados Unidos hubiese sido el encargado de elegirlo, votando mediante cédulas.
Tal y como ocurrió en las elecciones presidenciales de 2004, la asignación de los votos electorales a cada estado se basó parcialmente en el censo de Estados Unidos correspondiente al año 2000. El presidente y vicepresidente electos tomarán posesión de los cargos el martes 20 de enero de 2009.


CONCLUSIÓN
Durante veinte años podemos analizar la evolución de los gobiernos en Estados Unidos. Los cambios de gobierno va marcado en muchos casos por la economía y por la política exterior, por tanto no es tan raro que cuando hubo la transición de poder de Bush “padre” a Clinton, el expresidente le dijo a su sucesor que lo había ganado por los problemas económicos de la primera potencia mundial y, con Clinton a Bush fue gracias a corruptelas y por polémicas de diversa índole – a pesar de que los republicanos incidieran más en las relaciones extramatrimoniales del presidente para hacerle el impeachment –. Por último, George Bush se enroló a hacer una guerra con unos países llamados supuestamente como el “eje del mal”, pero en realidad había (y, hay) intereses tanto económicos como estratégicos y en muchos casos no tenían nada que ver con la vendetta adoptada por este estado después del 11 S.
Obama, a pesar de haberse erigido en el primer candidato planetario –digna de mención es la euforia que su elección ha desatado en África e, incluso, en Europa–, no podrá sustraerse a su condición primigenia: obrará como presidente de los Estados Unidos. Y este cargo obliga a muchas cosas, entre ellas, a respetar el legado de sus antecesores. Es decir, todo apunta a que Obama es un continuador de la Historia. Porque la Historia de este país no conoce ni admite procesos de ruptura.
Bien, en conclusión, Obama ha marcado un hito histórico a nivel mundial, a pesar de que no cumpla las propuesta e ideas que le han hecho vencer en estas elecciones, ha hecho algo más importante para nuestra civilización y para todas, ha dado ilusión a una sociedad necesitada, infeliz, apática, pesimista por un futuro nada resplandeciente (los problemas medioambientales, el terrorismo, las epidemias, los choques culturales, etcétera) y para finalizar, como dice Martín Santiváñez Vivanco:
Aunque no comparto muchas de las premisas ideológicas con las que Barack Obama accede a la Casa Blanca, reconozco el enorme mérito de su triunfo. Y la importancia de su gesta. Con Obama en el poder, millones de seres humanos a lo largo y ancho de la Tierra han alcanzado, tras un largo periplo por el desierto, una conquista épica de dimensiones impenetrables. De todas las aberraciones posibles, el racismo es una lacra que, con frecuencia, ha rebajado a la humanidad al darwinismo social más espantoso. Que un mulato dirija los destinos de este mundo sentado cómodamente en el despacho oval va más allá de la política pedestre. Estamos, por fin, ante un caso de metapolítica pura y dura. Desde hace décadas tenemos mestizos en el poder repartidos por todo el mundo, elegidos democráticamente o aupados por el fusil. Pero con Obama en la Casa Blanca, se forja una nueva frontera.os casos no tenían nada que ver con la vendetta adoptada por este estado después del 11 S.
Obama, a pesar de haberse erigido en el primer candidato planetario –digna de mención es la euforia que su elección ha desatado en África e, incluso, en Europa–, no podrá sustraerse a su condición primigenia: obrará como presidente de los Estados Unidos. Y este cargo obliga a muchas cosas, entre ellas, a respetar el legado de sus antecesores. Es decir, todo apunta a que Obama es un continuador de la Historia. Porque la Historia de este país no conoce ni admite procesos de ruptura.
Bien, en conclusión, Obama ha marcado un hito histórico a nivel mundial, a pesar de que no cumpla las propuesta e ideas que le han hecho vencer en estas elecciones, ha hecho algo más importante para nuestra civilización y para todas, ha dado ilusión a una sociedad necesitada, infeliz, apática, pesimista por un futuro nada resplandeciente (los problemas medioambientales, el terrorismo, las epidemias, los choques culturales, etcétera) y para finalizar, como dice Martín Santiváñez Vivanco:
Aunque no comparto muchas de las premisas ideológicas con las que Barack Obama accede a la Casa Blanca, reconozco el enorme mérito de su triunfo. Y la importancia de su gesta. Con Obama en el poder, millones de seres humanos a lo largo y ancho de la Tierra han alcanzado, tras un largo periplo por el desierto, una conquista épica de dimensiones impenetrables. De todas las aberraciones posibles, el racismo es una lacra que, con frecuencia, ha rebajado a la humanidad al darwinismo social más espantoso. Que un mulato dirija los destinos de este mundo sentado cómodamente en el despacho oval va más allá de la política pedestre. Estamos, por fin, ante un caso de metapolítica pura y dura. Desde hace décadas tenemos mestizos en el poder repartidos por todo el mundo, elegidos democráticamente o aupados por el fusil. Pero con Obama en la Casa Blanca, se forja una nueva frontera.






BIBLIOGRAFIA

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Ferguson N., Coloso. Auge y decadencia del imperio americano, Debate, Barcelona 2005.
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Hobsbawm E. J., Guerra y paz en el siglo XXI, Crítica, Barcelona 2007.
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Patterson J. T., El gigante inquieto. Estados Unidos de Nixon a G. W. Bush, memoria crítica, Barcelona 2005.
Zinn H., La otra historia de los Estados Unidos, editorial Hiru, Hondarribia 2005.
Revistes
Dossier Vanguardia: Estados Unidos. Imperio o poder hegemónico, número 7, Barcelona 2003.
Dossier Vanguardia: Estados Unidos Después de Bush, número 29, Barcelona 2008.

Webs
http://www.whitehouse.gov/espanol/index.es.html
http://www.house.gov/house/MemberWWW.shtml
http://www.outono.net/elentir/?p=3714